En el silencio de la noche
Londres se está convirtiendo en un punto de encuentro de jóvenes profesionales de la moda de todo el mundo. Se podría decir que ninguna otra ciudad reúne tantas jóvenes promesas del diseño. Una expedición a los talleres de los jóvenes diseñadores. ¿Qué sucede cuando un chino procedente de una isla tropical combina la atmósfera de su patria con las tendencias occidentales de la moda?
Londres se erigió relativamente tarde en una metrópolis moderna de la moda. Mientras Nueva York ya establecía tendencias en 1943, en la capital británica las modelos no pisaron las pasarelas en desfiles organizados de moda hasta 32 años más tarde. Hoy la London Fashion Week es una de las «Big Four» de la escena internacional de la moda, junto a Nueva York, París y Milán. El desenfado británico se mide con la haute couture francesa o la grandezza italiana. Miles de clientes de todo el mundo se dan cita cada año en febrero o septiembre junto al Támesis. El sector crece, señala el organizador de la London Fashion Week, el British Fashion Council.
A la sombra de los sellos establecidos se ha formado una escena start-up que anima el mercado con moda fresca, progresiva y de corte avanguardista. Una de estas nuevas jóvenes diseñadoras es Maritta Nemsadze.
Trabaja en una máquina de tejer en una parcela separada por paredes de yeso dentro de un espacio compartido. De las perchas cuelgan sus últimos modelos: vestidos de corte sencillo con hilos de cobre y aluminio entretejidos. «Seguramente la culpa de que me haya especializado en las técnicas del punto es de mi bisabuela», comenta esta georgiana de 30 años. «Cuando tenía tres años ya intentaba enseñarme a tejer. Era una especialista. Gracias al tricotado consiguió sacar adelante a toda la familia después de la Segunda Guerra Mundial».
El centro vital de Nemsadze es el crisol de culturas de East London. Artistas y creativos, junto con personas adineradas y superricos, ocupan el distrito Hackney, antes poblado por trabajadores e inmigrantes. De esta mezcla ha surgido una fascinante convivencia de las más diversas clases, lo que atrae también a las jóvenes promesas de la moda. En la meca creativa que es Londres el fomento de las nuevas generaciones es primordial. Con ideas poco convencionales y una voluntad incontenible, los jóvenes diseñadores experimentan nuevas formas de expresión, y continuamente se crean nuevas empresas de la moda. Las muestras de primavera de Berlín, Milán y París ya han tenido lugar, así como también la London Fashion Week, pero eso no significa que diseñadores como Nemsadze se tomen un descanso solo porque el circo de los diseñadores famosos haya abandonado la ciudad. Bien al contrario: se ponen ya a trabajar febrilmente en las colecciones para 2018. La moda no deja de latir y la belleza no entiende de estilos.
Nemsadze se cosió sus primeros vestidos a los 10 años. Sus estudios en el Central Saint Martins de Londres – una escuela superior de arte que por su magnífica reputación atrae año tras año a talentos de todo el mundo – fueron solo una consecuencia lógica. Pero sigue recordando cómo tejía en su país, en el Cáucaso, en cuyas solitarias regiones montañosas los habitantes producen su ropa de invierno con lana de oveja para protegerse del frío. Es esta idea de la sostenibilidad y la durabilidad la que refleja también el concepto que tiene Nemsadze sobre la moda. «Compramos demasiada ropa que no necesitamos en absoluto solo porque nos lo podemos permitir», afirma. «Pero a nadie se le ocurriría tirar un vestido de cobre hecho a mano unas semanas después de comprarlo. Diseño moda que es lujosa y sostenible a la vez». Y la idea es quizás mucho menos contradictoria de lo que parece.
Sombreros fantásticos
La austera calle en la que vive de alquiler Le Roni está lejos del glamour del mundo de la moda. Cuando presenta sus proyectos en su sencilla mesa de trabajo se nota enseguida qué es lo que le incita de Londres. Como a tantos otros nuevos diseñadores le atrae la posibilidad de poder contar historias con su moda. Le Roni tiene 22 años, procede de Paraguay y llegó a Londres a aprender inglés. Hace dos años acompañó casi por casualidad a una amiga a una fiesta durante la London Fashion Week con un sombrero que se había fabricado con bolsas de plástico. Las reacciones fueron tan alentadoras que comenzó a elaborar más de estas «headpieces» de materiales insólitos. Con sus primeros diseños ganó una beca, y los estilistas de una gran revista de moda se fijaron en sus trabajos, que pronto se publicaron en otras revistas de prestigio. Entretanto las primeras clientas, tanto damas excéntricas como mujeres de negocios, lucen sus creaciones.
Para pagar el alquiler Le Roni sigue trabajando en la caja de un supermercado. Pero cuando crea sus fantásticos sombreros con plumas de pájaros y encajes hechos a mano mediante una técnica centenaria de los indígenas se le puede poner al mismo nivel que a los diseñadores famosos, como su venerado Alexander McQueen. La última serie de sombreros de Le Roni habla del ciclo eterno de la naturaleza: del nacimiento, del florecimiento de la juventud y de las vicisitudes de la vida hasta la muerte, después de la cual surge algo nuevo. Y le lleva algo más cerca de su sueño, un sueño que comparte con muchos pioneros jóvenes de la moda: «Quiero crear mi propia empresa. Y lo conseguiré. Aunque quizás tarde algunos años».
Obras de arte portátiles
Una fuerza de voluntad similar pero una filosofía totalmente distinta es lo que impulsa a la diseñadora china Rui Xu, de 40 años. Sus creaciones están profundamente enraizadas en las artes plásticas. Esta catedrática en diseño de moda de Pekín, también dibujante y pintora, entiende la moda como arte portátil. Con sus complejos proyectos ha expuesto en galerías de arte y presentado colecciones propias que han recibido importantes premios. De Londres le fascina la naturalidad con la que se mezclan en la moda los estilos más distintos. Ella misma emplea en sus proyectos las técnicas de corte y drapeado que caracterizan las vestimentas chinas desde hace siglos, e incluso milenios. En 2015 abrió en Kensington su estudio, en el que crea sus obras de arte textiles bajo la marca «Ruixu». Cuando las modelos rubias y altas del este de Europa posan con las creaciones de Xu frente a los muros de ladrillo rojo y los escenarios urbanos de Londres, surgen fotografías que combinan en un momento mágico la tradición del lejano Oriente y el estilo occidental, el pasado y el futuro.
La nueva interpretación del traje
¿Moda surfista de China? «Crecí en Hainan, que por su clima también es llamado el ‹Hawái del Este›», cuenta Wan Hung, de 27 años. Como Maritta Nemsadze también estudió en el Central Saint Martins, pero antes aprendió las técnicas clásicas del corte en el London College of Fashion. En su colorida colección para este verano se puede observar el resultado de que un chino procedente de una isla tropical combine la atmósfera de su lugar de origen con las tendencias occidentales. También en la moda masculina más formal de Wan Hung se nota la influencia radical de sus propias vivencias: «Me encantan los trajes, pero para llevarlos me veo demasiado joven porque tengo el rostro de un adolescente. Cuando me pongo un traje de mi gran modelo Tom Ford me veo extraño, demasiado clásico, demasiado maduro». Muchos de sus amigos tienen el mismo problema, dice, y por ello les gusta vestir su moda masculina, mezcla de inspiración oriental y occidental.
Situaciones espontáneas, fotografías difusas
¿Qué sería de la moda sin la escenificación adecuada? Las fotografías de estas páginas las tomó Niklas Haze, un fotógrafo alemán de 27 años. Tampoco hace mucho que Haze vive en Londres, pero ya ha conectado perfectamente con la siguiente generación de diseñadores de la ciudad. Antes de comenzar sus estudios ya trabajaba como asistente para renombrados fotógrafos, con los que comenzó a desarrollar su percepción por los efectos de la luz y observó el trato del fotógrafo con los modelos, cualidades que pudo perfeccionar en la escuela de fotografía. De hecho, cuando hace dos años se trasladó a orillas del Támesis lo que quería era experimentar más como asistente, pero rápidamente compuso su red en la escena de la moda, conoció a jóvenes estilistas y diseñadores, y empezó a fotografiar a modelos.
«Con la fotografía de la moda puedo inventar mis propios mundos a través de una fuerte escenificación y de irregularidades ópticas con las que pretendo crear confusión», explica Haze su interés por la fotografía. Los modelos de sus imágenes recuerdan a extraterrestres que se han materializado en el paisaje urbano de la metrópolis. «Pero a la vez las imágenes deben dejar sentir que se trata de situaciones reales». Por este motivo Haze fotografía sus series de moda lo más rápida y espontáneamente posible. Por supuesto que escoge sus escenarios con anterioridad, pero durante la sesión fotográfica hay que ir rápido. «Al fin y al cabo estamos en Londres», dice el fotógrafo con una sonrisa. «El ritmo de una ciudad cosmopolita no se puede detener de forma ilimitada».
Texto Jan Brülle
Fotografía Niklas Haze