«Mi nueveonce y yo hacemos buena pareja».
Blanco como una nube, pero no es ningún regalo del cielo. Angelique Kerber tuvo que luchar por su primer 911, que ganó en el Gran Premio Porsche de Tenis de Stuttgart en 2015. Por entonces la victoria de Melbourne aún quedaba lejos. Hoy, un año tras Stuttgart y pocas semanas después de obtener su gran victoria de Grand Slam en el Open de Australia, a esta tenista de 28 años el Carrera 4 GTS Cabriolet blanco le recuerda su impresionante ascenso al olimpo del tenis.
«Incluso la llave es blanca», exclama. Deportista y deportivo, unidos por una historia triunfal. Su nueveonce siempre será para ella un recordatorio de lo que se trata: rendimiento, recompensa, placer. Entretanto, ella se ha convertido en una superestrella y el nueveonce en su compañero.
No necesitó pasar por ninguna fase de adaptación. Angelique ya conocía el 911 de vista, cuando anhelaba poseer objetos con alma. El círculo se cerró en el momento en que Porsche la nombró embajadora de la marca. «El sonido es una maravilla, y la potencia no deja de impresionarme». Pero Porsche representa para ella mucho más que tecnología punta. Para Angelique, Porsche es por un lado un acompañante profesional, y por otro, parte de la familia. «Me hace sentir confianza y respaldo».
La deportista de élite sabe reconocer el rendimiento ajeno, sobre todo cuando se trata de llegar al límite. Estética y tecnología punta. Para la tenista esta mezcla es el rasgo distintivo de Porsche. «El nueveonce y yo hacemos buena pareja», afirma con una sonrisa. A Angelique le encanta su nube blanca. Disfruta unos relajados kilómetros tras el volante «como una buena jornada en la cancha». De todas formas le gusta conducir. El año pasado las tenistas profesionales organizaron en Stuttgart una pequeña Parking Challenge interna sin presencia de los medios de comunicación. Era solo una diversión, pero despertó auténtico interés entre las damas del tenis. La Challenge acabó convirtiéndose en una entretenida competición de destreza entre cuyas pruebas se incluía aparcar un 911. El mayor talento como conductora de Porsche lo demostró Angelique, que obtuvo el mejor tiempo con diferencia. Poco después tendría la posibilidad de prolongar ese placer a voluntad en su propio 911 blanco. Un sueño tan real como Melbourne.
Texto Reiner Schloz
Fotografía Tibor Bozi