Cuando, lleno de aceite y abrasado por el sol, se apea del 550 A Spyder, Umberto Maglioli ha logrado la victoria más importante de la aún joven marca Porsche.
Targa Florio, Sicilia, 10 de junio de 1956. La participación del piloto italiano Umberto Maglioli en la carrera se debe a una anécdota desconocida para la mayoría: reunidos en el piso del director deportivo de Porsche Huschke von Hanstein el lunes por la noche después de los 1.000 Kilómetros de Nürburgring, un grupo de amantes del automovilismo ha lanzado una pregunta al aire: «¿Por qué no disputar la Targa Florio con el nuevo 550 A Spyder?».
Un plan osado, pues Porsche quería enviar el coche a Montlhéry a disputar los 1.000 Kilómetros de París. El ágil automóvil, con solo 1.500 centímetros cúbicos de cilindrada, podría hacerse con la victoria en su categoría en esta pequeña localidad al sur de la capital francesa. Pero en Sicilia se podría conseguir mucho más: sorprender a la competencia con un automóvil supuestamente inferior. La idea es demasiado tentadora, sin olvidar el cuantioso premio de la Targa Florio. En cuanto al piloto, Porsche lo tiene claro: Umberto Maglioli, un italiano de 28 años que ya ha ganado la Targa del empresario vitivinícola Vincenzo Florio en 1953, es el más adecuado para ponerse al volante. Y no decepciona, ya que maneja con aplomo el Spyder blanco con el dorsal 84, haciendo gala de un estilo ligero en un campo de batalla de 72 kilómetros por vuelta repleto de curvas, giros, ángulos imposibles, subidas y bajadas, a través de estrechas callejas y sorteando los coches que los «tifosi» han aparcado sin ton ni son.
Mientras los competidores van cayendo uno tras otro (algunos incluso durante el entrenamiento), el Porsche de Maglioli responde con la precisión de un reloj suizo. Los automóviles oficiales de Ferrari, Maserati y Aston Martin resultan demasiado pesados y fallan demasiado. A partir de la segunda vuelta, Maglioli se pone en cabeza, y ya no abandonará el liderazgo hasta hacerse con la victoria diez vueltas, 720 kilómetros y más de 8.000 curvas después. Se ha superado a sí mismo en este caluroso día de junio. Las consecuencias de la tortura se harán patentes al cruzar la línea de meta (cosa que logra aproximadamente un cuarto de hora antes que el segundo clasificado, Piero Taruffi). Rígido como una tabla y con los brazos abrasados por el sol, Maglioli se apea del Spyder cubierto de aceite y suciedad. Ha hecho realidad la visión que tuviera un grupo de amantes del automovilismo reunido un lunes por la noche. Es la victoria más importante obtenida hasta la fecha por la aún joven marca de Zuffenhausen.
Texto Gregor Messer