Bien está lo que bien acaba
En carretera, a menudo vemos los
De niño, muchas veces tuve que pelar patatas. Al hacerlo, siempre quedaban pegados restos de tierra. Por mucho que me esforzase, las patatas quedaban sucias. Pero en cuanto las metía en agua, se limpiaban y se convertían en esculturas que descansaban confiadamente en mi mano. Nunca lo he olvidado. Cuando, décadas después, diseñé un teléfono móvil, imaginé que los usuarios a menudo lo buscarían palpando el bolsillo del pantalón. Eso me hizo recordar mi experiencia con las patatas y evité deliberadamente dibujar líneas aerodinámicas, porque cualquier mano busca instintivamente cantos, quiere sentir texturas, jugar con ellas u orientarse por ellas. Con un coche pasa igual aunque no toquemos constantemente líneas y bordes con las manos, sino con los ojos. Así es como jugamos con su belleza.
El mundo del diseño ha cambiado drásticamente. Grafismo, productos, diseño de interiores, sonido, filmaciones y arte interactúan constantemente. Por todas partes, cerca de nosotros, hay paredes, y entre ellas y las personas se encuentran objetos que hemos creado. Ahora esos objetos tienden a cambiar de sitio, bien hacia la pared... o hacia nosotros. Los televisores, antes tan macizos, han dejado sitio a aparatos planos que colgamos de la pared. Los antiguos y pesados teléfonos domésticos, en cambio, se han acercado a nosotros y se acomodan en nuestras manos. ¿Los sistemas de audio? Se han arrimado a la pared o se han introducido en el oído. ¿La luz, el aire acondicionado, los frigoríficos? Se orientan más que nunca hacia la pared. Nuestro mundo se vuelve más limpio, ordenado y despejado. Este es un aspecto central de la actividad de un diseñador. Naturalmente, todavía hay objetos primordiales como mesas, sillas, ollas o platos que seguirán siendo como fueron siempre. También un automóvil será siempre un objeto primordial. Y la forma de un
Armonía en la imagen completa
Antes, interfaz era sinónimo de software y pantalla. Hoy, cualquier producto de éxito es una interfaz, una especie de bisagra entre la persona y su entorno. Justo lo que es desde hace mucho un automóvil, con su finalidad claramente definida. Solo la observación constante en el día a día me permite obtener el resultado correcto y encontrar formas que sean parte de eso que nos une: la cultura, las costumbres, los recuerdos y la historia. Busco en la vida urbana momentos casuales e insólitos, a través de ellos puedo observar el comportamiento de las personas, y a partir de ahí desarrollo productos. Si alguien no tiene a mano un tope para detener una puerta, coge una bota de goma. La solución espontánea y perfecta: la puerta no se abre demasiado y la goma protege la madera. Así pues, ¿por qué no crear un tope para puertas con forma de bota? Una mujer con una bolsa de la compra está en un cruce. Ha dejado de llover, la mujer se apoya en el paraguas y cuelga la bolsa del mango, pero la bolsa resbala. De ahí surgió la idea de un paraguas con una muesca en el mango. En su vida cotidiana, las personas llevan consigo soluciones de las que no son conscientes. Por eso a menudo me dicen: su diseño ya lo he visto en otra parte. Y yo replico: seguro que no, solo lo ha redescubierto a través de mí.
Una vez observé una chica que leía relajadamente sentada sobre un tronco caído. Y pensé, ¡caramba! Si esta chica está tan a gusto sentada sobre un tronco, debería diseñar un banco con forma de tronco. De hecho este mueble tuvo éxito, aunque no tanto como mi reproductor de CD para la marca MUJI. Se cuelga de la pared como un ventilador. Para encenderlo, hay que tirar de un cordón. El CD gira como la pala de un rotor, pero el aparato no produce viento, sino música. Una interfaz perfecta. El diseño se funde formalmente con nuestra experiencia del mundo, juega con asociaciones como reloj, cordón de zapato o ventilador. Es simpático y, naturalmente, funcional.
Si estás demasiado tiempo muy cerca de un objeto pasas por alto las relaciones y no puedes llegar a una solución práctica. No soy un diseñador de productos que empieza a dibujar en la mesa, juega con formas, superficies y colores y de este modo intenta crear el mejor producto posible, aislado del mundo exterior y sin ver relaciones. Quien trabaja así, es ajeno al mundo. Te imaginas un puzzle: cientos de piezas individuales representan el entorno de un producto. Falta todavía la última pieza: el producto en sí. Si estudias las piezas del puzzle, seguro que encuentras una forma que se adapta perfectamente a las otras. En cambio, si al dibujar el último fragmento ignoras todos los demás, ¿cómo puede encajar en la imagen global? La armonía se rompería. Algo parecido pasa en un coche deportivo: su finalidad es la aceleración y, en virtud de ella, todas las líneas dibujan su forma y desembocan en la parte trasera. En un
Naoto Fukasawa
Naoto Fukasawa, de 61 años, es uno de los diseñadores industriales y de productos más solicitados del mundo. Tostadora, frigorífico, lámpara, teléfono móvil, silla plegable… apenas hay objeto cotidiano que no haya sido reinterpretado creativamente por este japonés. «Las personas quieren constantemente palpar cosas», afirma, «con las manos y los ojos».
Este planteamiento es el punto de partida de todos sus diseños y le ha valido más de 50 distinciones. Más que como artista que concibe objetos, él se ve como diseñador de interfaces, alguien que influye en el espacio existente entre la persona, el objeto y el entorno. Fukasawa es profesor de la escuela superior de bellas artes de Tama, 20 kilómetros al suroeste de Tokio. Sus obras ocupan cada año un lugar destacado en la feria del mueble Salone del Mobile de Milán y su estudio de diseño asesora a empresas como Hitachi, Samsung, Lamy o Thonet. Su reproductor de CD para MUJI forma parte de la colección del MoMa de Nueva York.
Michael Mauer, director de Style
Claridad
El
Reducción
Automovilismo reducido a una forma clara: en el
Estética
Un SUV compacto; un deportivo. El
Dinámica
Dinámica y eficiencia, rendimiento y confort: en el
Inspiración
En el momento de su aparición el
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Michael Mauer
El director de Style
Texto Naoto Fukasawa
Fotografía Markus Bolsinger