Dahoam
En pocos años, los tradicionales pantalones de cuero bávaros han pasado de ser un producto minoritario a convertirse en un objeto de culto. ¿A qué se debe este repentino aumento de su popularidad? Productores y expertos nos lo cuentan en este reportaje.
«La clave es ponerle amor», asegura Suzanna Gallowitsch, la bordadora. Frente a ella tiene un trozo de cuero negro como el té. Con mano ágil va resiguiendo un motivo con luminoso hilo verde. Un par de horas más tarde, el relieve de tres ciervos parece dispuesto a saltar. En algunas ocasiones, la bordadora puede llegar a dedicar varios días a un único par de lederhosen.
La vida en Kirchanschöring, una localidad bávara de 3.200 habitantes situada muy cerca de la frontera con Austria, transcurre a su propio ritmo. No solo porque el tiempo da la impresión de avanzar más lentamente que en otros lugares, sino también porque el cuero elaborado por la empresa Meindl parece salido de otra época. Aquí se elaboran lederhosen desde hace 100 años en un arduo y laborioso proceso manual. Estas prendas pueden llegar a costar unos 2.500 euros, pero no faltan compradores. Algunos llegan a cruzar personalmente el Atlántico para hacerse hacer un par de lederhosen a medida, asegura el jefe de la empresa, Markus Meindl.
Host mi?
En los últimos tiempos, los lederhosen han vivido un espectacular renacimiento. Considerados pueblerinos durante años, estos pantalones cortos, elaborados generalmente con piel de ciervo curtida, se han convertido en una codiciada prenda de vestir. Y no solo para lucirla en ocasiones como la Fiesta de la Cerveza: «Los lederhosen han llegado a la vida cotidiana», afirma la etnóloga muniquesa Simone Egger, que da clases en la Universidad Alpen-Adria de Klagenfurt (Austria). Doctorada en estudios culturales, Egger ha investigado la popularización del traje típico. ¿Qué ha ocurrido para que los lederhosen se hayan colado con tanta fuerza en la vida moderna? Egger cree que una de las explicaciones es la fuerte necesidad identitaria de la sociedad móvil: «Valores como la patria y la tradición afloran siempre que aumentan los niveles de movilidad e incertidumbre en el mundo», asegura. Los lederhosen han evocado desde siempre el ideal romántico de la vida en el campo y el apego a la tierra. Asimismo, la actual flexibilidad en cuanto a vestimenta ha permitido que los pantalones de cuero se popularizaran. «Hoy en día te puedes poner casi de todo», explica Egger. «Los estrictos códigos de vestimenta han pasado a ser cosa del pasado, lo que también ha contribuido a que los lederhosen salgan del armario y encuentren su sitio en la sociedad de hoy».
La marcha triunfal de los lederhosen está lejos de llegar a su fin. Los jugadores del FC Bayern, el equipo con más títulos de la liga alemana, celebran sus campeonatos en el balcón del ayuntamiento de Múnich en lederhosen. Cada vez es más habitual ver a los graduados acudiendo a recoger sus diplomas con las pantorrillas descubiertas, y en época de la Fiesta de la Cerveza, Lufthansa viste a parte de su tripulación en lederhosen y dirndl, su equivalente femenino. La nueva moda se alimenta de numerosos mitos adheridos al cuero tan tenazmente como los bordados en relieve. Simbolizan rudeza, masculinidad y orgullo por las tradiciones alpinas, transformando al parecer a sus portadores en la viva imagen de la virilidad con sus atributos más tradicionales. No en vano, la piel de venado evoca una época en la que los hombres salían a la naturaleza a ganarse el jornal con el sudor de su frente.
Do schaugst
Esto explica la persistente leyenda de que antaño los lederhosen fueran el atuendo de trabajo de los hombres del campo. «No hay evidencia histórica de ello», asegura Alexander Wandinger, director del centro de información de trajes regionales de Alta Baviera, alojado en los antiguos establos de la Abadía de Benediktbeuern. El centro cuenta con una colección de más de 5.000 trajes originales. De pie junto a uno de los pilares que sostienen la bóveda de crucería, Wandinger muestra un par de lederhosen envueltos en papel de seda que datan de 1890. El cuero negro está decorado con elaborados bordados, un auténtico tesoro bávaro. «Unos pantalones como estos eran demasiado caros para usarlos para ir a trabajar», argumenta mientras se quita los guantes que usa para manipular los archivos. «La población rural solo se los ponía en ocasiones especiales. No obstante, en el siglo XVIII los nobles se ponían pantalones finos de cuero para ir de caza».
Wandinger lleva décadas estudiando los trajes tradicionales. Conoce todos los mitos y leyendas, también los infundados. En primer lugar, no son tan antiguos como cree la mayoría: «Los lederhosen no comenzaron a generalizarse en las zonas de montaña hasta después de 1800». Fue entonces cuando, alarmada por la Revolución Francesa, la Casa de Wittelsbach quiso hacer gala de una supuesta cercanía con el pueblo sirviéndose del dirndl y los lederhosen. En 1853, el rey Maximiliano II, un gran defensor de los trajes regionales, ordenó su conservación y promoción. De esta forma, ayuntamientos y edificios municipales debían mostrar cuadros donde aparecieran los trajes, y se instó a profesores y alumnos a acudir a fiestas religiosas, exámenes y entregas de premios con el traje regional. «Las asociaciones de trajes tradicionales fundadas en la década de 1880 dio a los lederhosen un fuerte impulso que ha durado hasta nuestros días», cuenta Wandinger. Uno de sus principales valedores fue Joseph Vogl, un maestro de escuela que en 1883, junto con sus compañeros de tertulia y cervezas, fundó en Bayrischzell el «Club para la Conservación del Traje Regional en el Valle del Leitzach», probablemente el detonante decisivo para la popularización de los lederhosen.
Así, los lederhosen fueron una prenda profundamente democrática ya incluso en tiempos monárquicos, pero en absoluto hay que verlos como un elemento uniformador. Mientras que el campesino de a pie tenía que conformarse con un único bordado lateral, el rey podía permitirse lucir nueve. Cuanto más elaborados los adornos, más pudiente su propietario. En este sentido no ha cambiado nada. La empresa Meindl, por ejemplo, ofrece cientos de motivos distintos, pero los bordados se pueden personalizar pagando un sobreprecio: desde vides para el viticultor hasta rebuscados monogramas. Casi todo es posible.
Pfiat di
«Lo mejor de los lederhosen es que todo el mundo puede ponerse unos, hay una versión para cada cual», asegura Egger. «Hay quien quiere unos del valle del Tegernsee elaborados a mano con piel de ciervo y hay quien se da por satisfecho con unos pantalones de segunda mano». Aunque, evidentemente, Egger también reconoce las sutiles diferencias que distinguen a unos de otros: «Se nota a la legua si unos lederhosen son de calidad. En muchos grupos sociales, tus lederhosen tienen que ser de una cierta categoría para poder ser miembro de pleno derecho».
Egger observa en general una «creciente valoración» de la producción regional y la artesanía a la manera de antaño. Tradicionalmente, los auténticos lederhosen se elaboran con piel de ciervo curtida con aceite de pescado en un proceso que dura tres meses, a diferencia del tratamiento químico al cromo, para el que solo se necesita entre dos y tres días. Tras curtirse, las pieles se tiñen con colorantes de madera que se aplican a mano. Después, el cuero se clasifica en función de su calidad, se corta, se cose y se borda. Cada pedazo de piel lleva muchas horas de trabajo manual, cada uno cuenta una historia. La de las aventuras vividas y los caminos seguidos por el ciervo… Por ello los lederhosen llevan siempre implícito un halo de heroísmo. Tal vez esto explique en parte la fascinación que despiertan los lederhosen. Son un atuendo de héroes, llenos de vida y aptos para cualquier ocasión. Y, además, suelen durar toda la vida.
Diccionario
Dahoam
La versión bávara del alemán «daheim» (en casa) significa tanto hogar como patria. Además de dar nombre a una serie televisiva, describe un modo de sentir muy bávaro.
Mia san mia!
Literalmente, nosotros somos nosotros («Wir sind wir»), lleva implícito un sentimiento de singularidad. Con ella los bávaros expresan el orgullo patrio y el apego a la tierra.
Hock di hera, dann samma mehra.
«Siéntate con nosotros, así somos más». Esta rima comprime en pocas palabras la calidez por la que son conocidos los bávaros.
Host mi?
«¿Me oyes?». Una forma directa de preguntar, retóricamente, si tu interlocutor comparte tu opinión. Sin rodeos, al más puro estilo bávaro.
Do schaugst
Algo así como «¡Ahora te sorprendes!». Se utiliza habitualmente para denotar que el interlocutor debería haber sido más prudente y previsor.
Pfiat di
Saludo informal habitual para despedirse en Baviera. Deriva de la bendición «Behüt’ dich Gott» (Que Dios te proteja).
Texto Barbara Esser
Fotografía Matthias Garvelmann, Peter Straub