¿Dónde está Untersöchering?
Siegfried Rauch ha sido uno de los actores alemanes de más éxito. Pero el papel de su vida fue el de piloto de carreras junto a Steve McQueen. Del encuentro con el actor estadounidense surgió una amistad.
Sr. Rauch: en 1971 protagonizó junto a Steve McQueen la película «Le Mans», un film épico sobre el automovilismo. ¿Qué es lo primero que recuerda cuando piensa en el rodaje?
Steve era un perfeccionista total. En las escenas de parada en boxes debíamos quitarnos el casco y tenía que parecer que sudábamos. Para lograrlo, el maquillador nos roció agua en la cara. Pero Steve replicó: «¡No, no, no… así no!» Entonces se sentó en el coche, corrió dos vueltas como un loco, se quitó el casco y dijo: «Mira, Siggi, ahora sí que estoy sudando de verdad. Y el maquillador tampoco va a conseguir el latido de las venas en mi frente». Con Steve todo tenía que ser auténtico. Eso me parecía admirable.
¿Cómo se conocieron?
Fue una semana después de comenzar el rodaje de «Le Mans». Hasta entonces no habíamos intercambiado una palabra. En el plató todos querían hablar con él, pero por supuesto no se podía. Así que pensé: mejor le dejo hacer tranquilo su trabajo y no le molesto. Eso pareció impresionarle. En un momento dado, se me acercó y me preguntó: «¿Por qué nunca hablas conmigo?» Se lo expliqué y le pareció magnífico. A partir de ese momento estuvimos juntos de sol a sol.
¿Cómo aprendió a conducir rápido?
En aquel entonces me compré un
Después del rodaje de «Le Mans» mantuvo el contacto con Steve McQueen. ¿Qué les unió?
Hay momentos en que uno se encuentra por primera vez con una persona y piensa: «¡Pero si le conozco desde hace mucho!» Así es como pasó con Steve y conmigo. Los dos tuvimos una infancia parecida. Crecimos en un ambiente pobre, yo en Baviera y él en Estados Unidos. Además era en si una persona sencilla, sin aires de estrella. Después del rodaje me preguntó si me apetecía ir con él a pasar un par de días a París. Lo hicimos y lo pasamos de maravilla.
¿Después sus caminos se separaron?
Pasados los días en París, se me colocó delante sin decir nada. Pero yo le entendí. Sentí que quería venir a verme a Baviera a toda costa. «Me quieres venir a visitar, ¿verdad?», le pregunté. Dijo que sí.
McQueen viajó a Untersöchering para ser padrino en el bautizo de su hijo Benedikt. Pero llegó tarde.
Steve quería de todas todas encontrar él solo nuestro pueblo. Llegó hasta Murnau, pero luego no supo cómo seguir y preguntó el camino a una chica. Ella no fue capaz de responder y solo pudo murmurar para sí misma: «Steve McQueen». Al final llegó media hora tarde.
Texto Sven Freese