Golpe maestro
Charl Schwartzel ya se ha puesto una vez la chaqueta verde que le acredita como ganador del Masters de Augusta. El pasado mes de septiembre, con ocasión de su participación en la primera edición del
A primera hora: calma y rutina
Charl Schwartzel se levanta como mínimo dos horas y media antes de que dé comienzo la ronda. Y eso puede ser muy temprano, ya que no es poco frecuente que la hora de inicio esté fijada para las siete de la mañana, en cuyo caso el despertador sonaría a las 4:30. «No me gustan las prisas a primera hora», explica, «necesito tranquilidad». Schwartzel comienza el día con un desayuno ligero y 15 minutos de gimnasia, lo justo para desentumecer el cuerpo: ejercicios de activación física y muchos estiramientos. También practica la rotación del cuerpo con un palo de golf que pesa más de lo normal y exige por tanto movimientos más lentos. Después se da una ducha y se pone el uniforme de trabajo, que varía en función del tiempo. En Escocia, por ejemplo, a veces toca enfundarse el jersey de cuello alto, pero lo habitual suele ser un polo y pantalones largos. Lo de que sean largos lo exige el código de vestimenta, que no es algo exclusivo del European Tour.
Fase de preparación: 45 minutos calentando motores
Cada jugador tiene su propia forma de calentar. «En mi caso, no tengo una rutina fija», aclara Schwartzel, «depende mucho de dónde esté el primer tee de salida». En cualquier caso, él no necesita mucho tiempo: tres cuartos de hora le bastan a este deportista de 31 años para ponerse a punto. Pero tampoco es John Daly, que en pleno apogeo de su carrera solía presentarse en el tee en el último momento. Schwartzel trabaja sobre todo los putts y el juego largo. Al igual que los amantes del golf y como casi todos los profesionales, él también comienza en el range con los wedges cortos, continúa después con los hierros y deja las maderas para el final. En su bolsa no hay ni un híbrido, él es más partidario de un set combo. A los chips y los pitches les dedica, en comparación, mucho menos tiempo: unos 10 minutos.
La cosa empieza a ponerse seria: exploración del campo
El caddie ya está junto a él. En los últimos tiempos, esa función la ha venido desempeñado casi siempre su hermano Adrian, pero en esta ocasión se ha traído a Shaun Jacobs. Los caddies no tienen por qué alojarse en el mismo hotel que los jugadores, pero es condición sine qua non que estén presentes antes de iniciarse el juego. La fase de preparación previa es una parte fundamental. Schwartzel suele desplazarse a los torneos los martes. Los miércoles juega el Pro-Am (profesionales y aficionados) para irse familiarizando con el recorrido. Si el campo es totalmente nuevo para él –algo que, después de más de diez años como golfista profesional, no le ocurre muy a menudo–, también juega una ronda de prueba el martes. En cambio, en el caso de los majors, los cuatro torneos más importantes del año (el Masters de Augusta, el Abierto de Estados Unidos, el Abierto Británico de Golf y el Campeonato de la PGA), es distinto: «Antes de un major le dedicas mucho más tiempo a practicar el recorrido».
La hora de la verdad: cuatro horas y media al máximo nivel
La ronda transcurre en un ambiente de silencio. «Se habla muchísimo menos que en un partido privado. La más mínima distracción me podría llevar a cometer errores evitables», explica. Contra quién jugar es algo a lo que no concede mucha importancia. «Para mí, el único problema es cuando los jugadores son muy lentos», confiesa, «ese sí que es un factor que puede perjudicar mi juego». Schwartzel sabe cómo aislarse mentalmente para lograr la máxima concentración. «Al final del día, la única persona para la que juegas es para ti mismo», asegura. A él no le gusta mucho comer en el campo. Prefiere tomarse un par de barritas energéticas y un batido proteico y beber mucha agua.
Después del último golpe: ¡recuento antes de firmar!
Tras el último putt, Schwartzel se va directo a firmar la tarjeta de resultados, aunque primero compara la puntuación anotada con otros jugadores. «Es que te puedes confundir», asegura, «y si firmas una puntuación incorrecta, quedas descalificado». Les ha ocurrido a grandes jugadores como Nick Faldo, Pádraig Harrington o Davis Love. Terminada la ronda, ya están esperando los periodistas, por lo menos si el resultado ha sido bueno. En Bad Griesbach Schwartzel conseguirá al final el 20° puesto, siendo el tailandés Tongchai Jaidee quien se asegure la victoria. Entre entrevistas y vídeos se van unos 15 minutos. En las grandes competiciones, como los majors o el mundial, además de las comparecencias individuales también se realiza una rueda de prensa conjunta con todos los líderes de la clasificación.
Después de la ronda: es la hora de analizar
Los amateurs suelen llegar al hoyo 19 –el llamado clubhouse– bastante cansados y con ganas de tomarse una cerveza. Allí hablan de los mejores golpes y las peores humillaciones sufridas en este deporte tan difícil. No así los profesionales: «Hace mucho que se acabaron los tiempos de ir al bar después de jugar», suspira Schwartzel. «¡Ojalá pudiera! Pero es que el juego realmente se ha profesionalizado mucho», explica. Así que a él lo que le toca es hacer un análisis pormenorizado del día: ¿qué ha hecho bien?, ¿dónde ha fallado?, ¿qué cosas le han causado problemas? Es como mantener una conversación consigo mismo, según dice. Después, vuelta al range a pulir y optimizar los golpes, en algunos casos junto con un entrenador.
Último paso: relajar cuerpo y mente
Pero el día aún no ha llegado a su fin. Todavía falta otra sesión de gimnasio y pasar por el fisioterapeuta. El ejercicio físico y el masaje le ayudan a relajar el cuerpo y la mente, a regenerarse. Y, entonces sí, alrededor de dos horas y media después de firmar la tarjeta, Schwartzel consigue olvidar el juego… ¡y empezar a pensar en el siguiente!
Por la noche: un bistec y a la cama
«Me gusta mucho la carne, sobre todo si es un buen filete», revela Schwartzel. Cuando el día en el campo ha ido bien, le gusta ir a cenar con su familia, mientras que, si viaja solo, les toca a los compañeros. Compañeros como, por ejemplo, Louis Oosthuizen, que en 2010 ganó el Abierto Británico en el célebre campo de St. Andrews. Ambos han crecido juntos y son muy buenos amigos. «Necesito dormir mucho», dice Schwartzel en Bad Griesbach y se despide temprano. Todavía acusa el cansancio del largo vuelo de Sudáfrica a Baviera. Además, mañana tiene que volver a jugar.
Texto Timo Schlitz
Fotografía A. Hassenstein/Getty Images, Sammy Minkoff
Consejos de un profesional
Cómo evitar un slice
A la pregunta de un amateur sobre la mejor forma de evitar un slice (un efecto que hace que la bola se desvíe demasiado hacia la derecha a pesar de haber comenzado en línea recta), Schwartzel responde con otra: «¿Cambiando de deporte?». Para que luego digan que los jugadores de golf no tienen sentido del humor... Acto seguido recupera el tono serio: «Es un fallo típico de amateur. Normalmente se debe a la flexibilidad del cuerpo. Como no puede atravesar la bola, el jugador se inclina ligeramente hacia atrás y el palo impacta con la cara abierta, en lugar de perpendicular. Esa es la razón de que se produzca un slice. Para corregirlo hay que ir al range a pulir la flexibilidad. Mi consejo es aprender a vivir con ello y rectificar un poco hacia la izquierda».
Charl Schwartzel y los coches
Deportivo y práctico
Usted tenía un
«En un deportivo puro reconozco un
Su infancia transcurrió en el campo, al norte de Johannesburgo. ¿Ha influido esta circunstancia en su forma de ver los coches?
«Me crié en una granja, así que conducir pick ups era algo normal para mí. Gracias a ello, hoy no tengo ningún problema en llevar un tractor o un vehículo de grandes dimensiones. Pero ahora ya no vivo en Sudáfrica, sino principalmente en Estados Unidos. Y créame: en mi garaje de Palm Beach cabe cualquier